domingo, 25 de noviembre de 2007

Que ploga, que ploga, fanc.

Me gusta como con algo tan simple como andar por la calle, en esos miles de momentos que simplemente te arrastras de un sitio a otro, es donde, por aquello de dejar volar el periquito de la jaula, se nos ocurren las ideas mas absurdas o las convicciones más sólidas.

Tras este soso prólogo, digno de una noticia de periódico deportivo, planteo mi mala praxis del susodicho grisáceo elemento (sí, el cerebro). Adopté el símil de cualquier sujeto humanoide (dicho sea la poca frecuencia que actualmente se encuentra del sapiens sapiens) a un masivo e húmedo fango.

Bueno dejémonos de gongorismos de mercadillo de jueves. Creo que somos como un simple trozo de barro que al nacer esta totalmente húmedo, con solo rozarlo se deforma, casi fluye bajo su propio peso (que está casi liquido vamos). El tiempo como no, nuestro propio secadero, vamos perdiendo agua, con lo que poco a poco dejamos de ser moldeables ante los efectos externos. Como al irnos secando, latigados por la experiencia y la comodidad, vamos perdiendo la capacidad de cambiar nuestros "preciados" hábitos.

Me molesta que darme cuenta de esta letanía de sucesivas obviedades venga propiciada por haberla sufrido en carnes.

Haber si por suerte llueve y me olvido el paraguas.

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