Las huellas secas tras de mí, bajo la lluvia. Las dos me acompañan. El paraguas, mareado, no decide en que mano posarse; va sobre volando un chaquetón confortable por dentro. Como decía Amar al prójimo, rodeado de gente, soledad. Alegórica soledad.
Aquello que arrastro, aprendiendo con sangre: que con letra entra, para tan solo construir muros de palabras más allá de mis dedos. Ante la ventana abierta a un nuevo mar, sólo, involuntario, muro de palabras.
Tan sanamente inválido que cojea de la lengua. Mientras tanto: la lista de la compra, la letra del piso y el profe de mi niño. Lista la letra del niño. No la esquivo, la embisto, me empitona y caigo desfallecido. Tan solo soledad, que por castigo, disfruto de mi propia compañía.
PD: Que tortura sentirse imbécil cuando ya no quedan palabras que decir.Siempre igual. Maldita parálisis.
sábado, 16 de agosto de 2008
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