martes, 27 de mayo de 2008

La presa, sempre dolenta.

Es algo que tiene que acaecer en algún momento. A todo el mundo le suena el despertador por la mañana. Y quien no tenga o no lo oiga, ¡Bendita suerte!.
Si no te ha sucedido aún es, una de dos, porque no te has dado cuenta, o bien nunca te has parado a pensar.

Malditas metáforas...

Me duele cuando poco a poco voy bajando el volumen de música que estoy escuchando porque me cuesta oir mis pensamientos. Encontrarme. Hace tiempo que no he intentado escucharme y me entristece. Yo que, al menos ante mí mismo, presumía de tener una conciencia que escuchar.

Cómo nos maltrata el tiempo, haciéndonos mas duros, rígidos, menos inquisidores, en fin, mas prácticos. Obtener la nueva solución al nuevo problema en el mínimo tiempo posible, sin ni siquiera prestar atención a la solución, ni mucho menos al problema. Para al fin quedar automatizados.

Esta reflexión, banal para muchos, estúpida cuanto menos para todos, no pretende nada, tan solo es nueva solución para un nuevo problema, y al final de todo, la pescadilla se muerde la cola. En tres palabras: Gracioso, estupido y sincero. Siempre que vuelvo entre mis pasos es por puro miedo.

Quizá sería una buena terapia dedicar un poco de tiempo a escuchar a los demás. Así, una parte de nosotros, aunque solo sea por puro egoismo, estaría siendo escuchada. Escucharse a traves de los demás, con la mitad de esfuerzo y sin tener que bajar el volumen.

El tiempo, mal de muchos, consuelo de todos.